TEO va a los Toros
Coincidiendo con el último día de nuestras fiestas patronales un grupo de amigos y familiares decidimos ir por primera vez a la Monumental de Barcelona y no para ir a un concierto de Sting o Bruce Springsteen, sino para algo casi, casi más retro: Ir a los toros! Sí, sí a los toros, y de los de verdad no sucedáneos cómo los de las corridas con velcros de Las Vegas.
La primera gran duda que me asomaba es la de la indumentaria. ¿cómo se ha de ir a los toros en Carcelona? Este es un detalle importante, no en vano hace años cuando acudí por primera vez invitado a un festejo taurino en Bilbao, fui duramente reprendido al acudir con chancletas (y eso que eran havainas auténticas).
¿Qué hago; tiro de traje con tintes folcrólicos? ¿y tirar de adusto polo de señorito que vive de las rentas de su abuelo?;… o directamente un chubasquero para soportar así algún “xàfec dispers” anunciado por el meteorólogo de guardia o el previsible lanzamiento de globos de tinta roja arrojados por los manifestantes antitaurinos de la entrada…..??
Finalmente y una vez constatado lo limitado de mi fondo de armario, decido que iré como si fuera al Poliorama o al Lliure,… arreglado, pero informal.
El punto de reunión con el resto de personal es en la confluencia entre Marina y Diputación; ahí me percato que no hay uniformidad de estilos y que tanto asoman señoritos emuladores del “gominas” de Scariolo, como hay otros mucho más “casuals” e incluso algún tipo con un look tipo Matthew Modine del que sin duda se convertiría en el referente personal para posteriores visitas.
Una vez bendecidos por sendos gin tonics, ingresamos –no sin dificultades-, en la plaza y es ahí cuando de repente uno parece haber traspasado una puerta espacio temporal, al más puro estilo Dimensión Desconocida (“Twilight Zone”), adentrándonos en algún lugar en el que decididamente se detuvo el tiempo. Desde los accesos, sin tornos, ni escuadrones de vigilantes contratados al efecto, hasta lo desvencijado del interior del edificio o las mismas localidades en las que, Marc, el amigo que me acompaña y yo, tenemos asignadas y que no dejan de ser unas líneas pintadas sobre un banco estrecho e incómodo de desgastado hormigón.
Hasta el vocabulario muda, surgen términos como: andanada, tendido, albero, chiquero, monosabio, tercio, muleta, puntilla,… que aparecen en las conversaciones de los más entendidos, de los que afortunadamente alguno nos rodea y nos irá dirigiendo en alguno de los momentos del ritual a ser iniciado.
Nos tocan unas localidades bastante delanteras dentro de la “andanada” (equivalente taurino? de la general balompédica) por lo que el espectáculo da inicio mientras la gente (en gran número guiris despistados que no encontraban –en su descargo hay que reconocer que no lo ponían fácil- su localidad en los tendidos; que aquí no hay gradas!). Todo se soluciona cuando alguien de aparente ciencia en esto del toreo, insta al acomodador que “por favor!, que en el teatro no se deja entrar a nadie con la función ya comenzada!”. Y efectivamente esto es expresión artística. Arte basado en un ritual de sangre si quieren, no es falso que puede haber escenas más o menos cruentas, pero de lo que nadie se puede desprender es de las transmisiones de emociones que se van a suscitar (esencia decimonónica del concepto artístico).
Se acabaron las bromas y se inicia la emoción. No me centraré en describir lo que ahí sucedió y de hecho les remito a la crónica que hizo mi advenedizo compañero y que pueden leer en Carcelona u otra más técnica del cronista de La Vanguardia.
Lo que sí puedo decirles es que esto de los toros es serio y emocionante, y más cuando en la plaza torea José Tomás (“el Messi del toreo”, le señalaba a mi compañero en los preliminares para que así fuera adquiriendo emoción la espera).
Como conclusión, y uniéndome a las palabras de Gimferrer que incorpora el artículo de Marc en el Blog Carcelona, señalar las palabras del actual Director del Teatre Lliure, provenientes de alguien que, aún admitiendo la contrariedad y el disgusto que puede generar este espectáculo, se preocupan y resisten a creer que la prohibición sea la solución.
Así:
Àlex Rigola, director del Teatre Lliure de Barcelona, aseguró entender a quienes ven las corridas de toros «como una salvajada», pero expresó su preocupación por lo que pueda venir a continuación en el caso de que la propuesta acabe cuajando. «Es una salvajada, sí, pero no más que otras cosas. ¿Tendremos que dejar ahora de comer langosta porque se echa viva en agua hirviendo? O un plato tan catalán como los caracoles a la plancha, que se arrojan vivos a la plancha… Es incongruente. Además, el toro es un animal del que después se aprovecha todo», explicó.
Fdo. El Lobo Estepario.