Las luces del Norte (3a. parte). Cortocircuitos en el firmamento
Dando por concluidos los artículos dedicados a las Auroras Boreales; no he querido dejar de mencionar el fenómeno que, según la leyenda, la electricidad generada por las mismas puede llegar a interferir nuestro subconsciente, llegando a mezclar los sueños de la gente entre sí. ¿Estamos dispuestos/preparados a compartir lo más profundo de nuestra psique con los que nos rodean?
Esas luces del norte que con su carga eléctrica causan tantos estragos e interferencias en las comunicaciones por radio-frecuencia, está científicamente demostrado que alteran nuestro campo electromagnético, ocasionando variaciones entre los campos de energía que nos rodean, llegando a alterar, pues, nuestro comportamiento. (o que se lo digan al noruego Munch, cuyo cuadro más conocido ilustra estas líneas).
Estas alteraciones son la base de la que los guionistas de una de las maravillas televisivas que era Dr. en Alaska, tejieron uno de sus indiscutiblemente mejores relatos en el que los habitantes de un pequeño pueblo de Alaska (Cicely) intercambiaban aleatoriamente sus sueños entre sí. ¿Os imagináis intercambiando vuestro sueño con vuestro vecino?…. o con vuestra pareja,…? (Para obtener toda la información sobre la serie: Cicely online.)
Como epitafio de esta serie de tres reseñas sobre esas luces que iluminan el lejano norte y sur de este pequeño rincón del Universo, os dejo unas bellas frases con las que concluía el citado episodio; dónde Chris Stevens, el filósofo radiofónico, desde la emisora K-OSO dedicaba estas palabras para los atormentados habitantes de Cicely, al sufrir los comentados caprichos electromagnéticos de Auroras Borealis:
«Es inevitable que alguien me llame diciendo… Chris, que te parece la luna?…y yo le diga algo amable como… si, una noche maravillosa para bailar a la luz de la luna… o, me pregunto que harán los enamorados esta noche… pero en vista de las vueltas que hemos dado en la cama estas últimas noches por miedo a dónde podrían llevarnos nuestros sueños, no estoy dispuesto a fingir que «El Hombre de la luna» está vigilando nuestros intereses… de ninguna forma, es demasiado bromista. Hasta que ese grandullón haga la maleta y se marche, guardad los utensilios afilados y quedaos cerca de alguien querido, si tenéis la suerte de tenerlo… Nos veremos por la mañana amigos… o a la luz de la luna… lo que ocurra primero…»
Fdo. El San Bernardo.
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